En su real de minas de Fortalecillas aquel día, 24 de mayo de 1612, amanece don Diego de punta en blanco y mas audaz y emprendedor que de costumbre.
Le corresponde así por su prosapia, pues es Ospina y Medinilla y a sus honores y dignidades, porque es Justicia Mayor, Gobernador y Capitán General y Alguacil Mayor de la Real Audiencia y Cancilleria del Nuevo Reino de Granada. No es para menos, porque en la fecha si va a cumplir don Diego el empeño que presenta de largas e históricas consecuencias. Ya dicho cuando al fundar el real de minas el 23 de enero del año corriente, ha hecho constar en el auto de rigor su "Protestacion de fundarla de verdad. Todo esta dispuesto: los animos, el escribano, los testigos, el cura, las caballerias, los arneses, las armas y los indios reducidos para dar base a la fundación.
"No es muy letrado Don Diego, pero si emprendedor y visionario. Hace meses tiene en el magin el nombre de la nueva ciudad y el lugar para asentarla. El sitio ideal es el centro del Valle de las Tristezas, a orillas del Rio Grande de la Magdalena que sera su occidente y entre los ríos del Oro y Las Ceibas para ponerle al sur y al norte- de punta a punta- defensa naturales y al oriente la terraza del "Avichente" ha de quedarle porque la cierra el contra fuente del cerro el Chaparro. Ya lo ha escogido don Diego que manda en peninsulares y aborígenes y su voluntad ha de representarse, aunque le demande desenvainar la hoja acerrada.
"El Gobernador y Capitán General ha madrugado y como no le falta atuendo ni detalle alguno, pica su caballo para llegar presto al sitio ideal. Las tres horas corrientes que han de gastarse desde fortalecillas- Donde reside hasta ahora- las convierte en una sola a la cabeza de la comitiva que cabalga al galope para no quedara a la zaga. Y ya en el rectángulo aciforme de la llanura arenosa en la cual se alzara la ciudad. Don Diego sofrena la cabalgadura, señala enérgicamente con el brazo los limites de la fundación y a buen paso los recorre como para grabarlos mejor en su memoria de colonizador y en la de su séquito. Abrevan sus caballos en las aguas del Magdalena, Del Oro y de las Ceibas, porque se le antoja al señor de Ospina y Medinilla que ello haga parte de la previa ritualidad del empeño ambicioso que esta realizando y porque es un buen agüero. Y galopa de nuevo hacia el centro de la llanura.
"Don Diego desmonta, atusa el bigote y la barba, ordena a la comitiva formar en cuadro sus caballos y que la indiada se acerque y traza con la espada sobre la arenilla reverberante un rectángulo simbólico de la forma geométrica de la ciudad que nace, ha de declarar fundada y ha de posicionarse, todo en nombre de su Majestad el Rey Felipe. Y va a decir como ha de llamarse, porque lo ha pensado bien. Nada que le recuerde al valle de las Tristezas; mejor aquel Neiva que se le ocurrió a don Sebastian de Belarcazar en 1539. Ha de llamarse "Nuestra Señora de la Limpia Concepción de Neiva" Y así fue y así sera.
"Pero aun no termina la trascendental ceremonia por faltarle requisitos. De inmediato el Fundador ordena sembrar el árbol de la justicia "donde se ejecute donde mandare por los jueces y ministros de ella", Lo acuchilla y lo golpea con la espada. La paz de don Diego se altera entonces , ajusta solemne armadura, se le enrojece el rostro, penacho del chambergo se agita con la brisa que llega del sur, y mientras el mostacho le huele a jaguar bajo la canícula, empuña agresivamente la espada y en voz alta anuncia que toma posesión del sitio y de la ciudad, y reta - en vano- a que alguien se oponga. Don Diego respira hondo, envaina la hoja y el bigote ahora le huele a gloria.
Lo ritual ha terminado. Pero ante la iglesia, porque su majestad y todos los súbditos son católicos fervientes, y ademas el diablo les mete miedo. Pues esta ahí el sacerdote Pedro Fernandez de Dueñas, prebistero beneficiado, comisionado por la sede vacante, quien a nombre del arzobispado del nuevo reino toma posesión del solaron que Don Diego le adjudica; y ha llegado el prebistero Mariano Rodriguez para ser el primer parroco.
"Y agrega el fundador ante el escribano Gonzalez Navarro - porque hay que dejar constancia rigurosa - que dará "Solares a alas personas que han venido y pretenden venir a esta poblazon y adelante vinieren a hacer vecindad en ella y que esta ciudad goce de las libertades, prerrogativas y privilegios que se conceden a la nuevas poblazones y pobladores de ellas conforme a derecho".
Y repite que la ciudad ha de llamarse "Neiva en todo el tiempo y "la pone debajo de la Real Corona y de la Gobernación del dicho Nuevo Reino de granada".
"Esta Fatigado Don Diego y como lo de los solares ha de ser para otro día, regresa lentamente, jubilosos, al real de minas de las Fortalecillas a meditar en su obra. A su espalda trota la comitiva. Sueltan espuma la caballerías,sudorosas al sol de verano de ese mayo que ya pertenece a la historia. El Capitán General desmonta en Fortalecillas y garboso cita para su segundo día de junio a la demarcación de la plaza y los solares de su ciudad. En este 24 de mayo de 1612 lo hecho es suficiente.
Y masculla "Desde Neiva el 24 de mayo de este año de 1612 y en todo tiempo, mi ciudad ha de llamarse NEIVA" que fue y sera; Don Diego".
Información tomada del relato de Don Jose Roberto Falla publicado en la Revista Huila Vol. 1 No. 1 de mayo de 1956.
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